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De cara a la ira


Que levante la mano quien no haya sentido ira alguna vez en su vida. Contrario a lo que se piensa y los prejuicios que recaen sobre ella, la ira puede ser un movilizador y/o bloqueador poderoso. En la Astrología, la ira es una exaltación descontrolada de nuestro Marte natal, Ares en la mitología griega. El mito cuenta que Ares fue engendrado a escondidas, producto de la ira que Hera-Juno sintió cuando se enteró que Zeus había engendrado a Atenea a escondidas también. Ares iba siempre acompañado de sus tres hijos, Fobos (el miedo), Deimos (el terror) y Eris (la discordia). El mito de Ares retrata a la perfección los diferentes estados por donde se desarrolla la ira, desde la más leve agitación hasta el más profundo de los rencores. Siendo una de las emociones más recurrentes e intrínsecas a la naturaleza humana, ¿de dónde viene la ira?


Cuando nos sentimos heridos o atacados, cuando nos tocan las fibras de forma frontal, ahí es cuando la ira empieza a incubarse. No toda la ira tiene que terminar en juegos pirotécnicos, por eso vale la pena entender, al estilo de un embrión de fuego, cómo nace, crece, se reproduce y muere.


Incubación


La ira es una emoción compleja que se desarrolla casi siempre en tres instancias. La primera, la respuesta corporal que es el sentir del ataque y la preparación del cuerpo para la defensa; para nacer. El embrión caliente de la ira empieza a susurrar acá voy, aparecen la taquicardia, presión alta, tensión en los músculos, etc. Cuando la respuesta corporal permanece, es decir, dejamos que el embrión se siga calentando, estamos más predispuestos a actuar con impulsividad. La segunda, la respuesta cognitiva, es la significación que la mente le da a la situación. Los sentimientos no son más que emociones en función de los pensamientos. Una situación no genera ira o placer per se, debe haber una valoración personal que la considera límite. La última respuesta es la cognitiva, la conducta que asumimos frente a lo que consideramos un ataque. La ira puede canalizarse a la destrucción del obstáculo –que el embrión crezca y se caliente tanto que nazca, explote y arremeta contra todo- o a la resolución de problemas.


La ira por sí sola no produce ningún efecto más que el corporal, son la mente y las decisiones las que le dan el valor agregado, perjuicios o beneficios. La ira sana y gestionada positivamente energiza, ayuda en la resolución de conflictos y nos permite tanto entendernos mejor como a las situaciones. Cuando el embrión de la ira nace enfermo es como una novela catastrófica, vuela la vajilla, compromete la salud –aparición de granos, heridas, fiebres, ruptura de vasos sanguíneos-, desorganiza la mente y el comportamiento, se asume una posición de defensa cuando no es necesario y envía una información dañina de uno a los demás.


Un prejuicio común acerca de la ira es la de confundirla con ‘carácter fuerte’. La forma de mostrar gusto o desagrado, las palabras que usamos, todo eso habla del carácter. La forma cómo nos gestionamos en situaciones límite es lo que nos hace acertar o fracasar. Por tanto, la ira no es un rasgo de la personalidad sino un estado emocional, de ahí lo importante de controlarla.

¿Cómo besar la ira?


Sabiendo que es un estado emocional intrínseco a la condición humana pues hay que empezar a usar la ira como un agente despertador y movilizador. Hay que encontrar la razón del enfado. Es importante detenerse e identificar qué es exactamente lo que estamos sintiendo. Es muy útil –y lo recomiendo- intentar poner en palabras y escribir lo que sentimos, reconocer que uno está cabreado por algo porque, al fin y al cabo, ese es el objetivo de la ira, alertarnos que algo sucede en nuestro interior. Acto seguido viene la parte de admitir la frustración. La rabia es producto de una expectativa o deseo no cumplido y eso vale porque uno siente. Las emociones son embriones y hacen parte de, hay que abrazarlas, sostenerlas más no darles el control. Vale la pena, en el mismo papel, hacernos algunas de estas preguntas ¿Qué me está haciendo sentir así? ¿Por qué me molesta esto de esta manera? ¿Esto me recuerda alguna experiencia del pasado? Lo siguiente es asumir nuestra responsabilidad por la situación. Nadie es responsable por nuestras acciones, nuestras reacciones son nuestras y decidimos cómo gestionar. La tendencia más cómoda es la de echarle la culpa al otro por lo que sentimos, esta es la forma más fácil también de asumir que nuestros sentimientos y acciones no son nuestros y no podemos controlarlos. Nos conocemos y conocemos a los otros a través de la ira. Luego llega La liberación, hallar la forma de descargar la tensión física y mental. Al ser una respuesta instintiva, la ira también se alivia así, correr, darle puñetazos a la almohada –pared no por aquello de la sangre y el arreglo locativo-, gritar en el parque –y qué miren todos ja ja ja-, ejercicios de respiración, cada quien que descubra su método para aligerar el fuego interno. Como último paso –y no siempre puede darse- es el de comunicar el malestar. Una vez que hemos entendido el origen, le hemos puesto palabras y entendemos nuestra responsabilidad lo que sigue es expresarlo. Es importante que así como uno expresa el otro también comunique sus necesidades y puntos de vista.


La sangre seguirá siendo roja, experimentaremos ira a lo largo de la vida, desde la niñez hasta la adultez. Expresar la rabia adecuadamente permite entrar en contacto con las emociones, gestionar constructivamente las situaciones de frustración, reafirmarnos, marcar límites y expresar nuestras necesidades.


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Avanti firestarters

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