"Que nadie te diga que no se puede. Ni que tú no puedes. Recuerda que detrás de la voz que te niega el cielo hay una puerta que para ella se habrá cerrado. Yo recuerdo que a mí me abrieron puertas que en ese tiempo parecían las de cielo, y eran las del mismísimo infierno. Ten cuidado con lo que abres. Y con lo que cierras. No dejes que te digan que no puedes comer con las manos, ni poner los codos y los miedos sobre la mesa, ni mucho menos derramar lágrimas sobre la sopa, así se ponga amarga. Luego crecerás creyendo que está bien tragarse las lágrimas y llevarse los miedos al colegio. Yo recuerdo que mi papá decía que el mundo era de los que como un roble vivían, luego descubrió que hasta el roble, cuando le falta agua y se pone seco, se quiebra. Te cuento esto porque yo crecí creyendo ser un roble, me hice diestra en quebrarme por dentro, muchos robles se quebraban dentro de mí. Luego, las heridas de mis robles fueron brotando en mis brazos. Aprendí a rebanarme en mil pedazos frente a la linfática mirada de mi papá. Y mi madre. Ella también sabía quebrarse por dentro. Sollozaba en silencio mis heridas. Cada lágrima que derramaba era ungüento para mis cicatrices. Te pido que si ves a tu mamá siendo un roble te conviertas en agua y la humedezcas.
Es probable que te pongan espejos de frente, muchos y de diferentes tamaños. Algunos serán brutalmente honestos, escupirán sobre tu rostro verdades que deberás aprender a tragar. Otros condescendientes, te enseñarán a maquillarte para verte bien ante cualquier auditorio, aun cuando para ti la función se haya terminado. Unos se quebrarán como robles en tu presencia, y te van a enseñar cómo repararte cuando las palabras te rompan en mil pedazos. Y otros se parecerán a un unicornio, no se sabe si existen pero igual muchos los persiguen. Cuidado con esos que se ven brillantes y no tienen rasguños, yo traspasé uno así y volví con el cuerpo lleno de uñetazos. Me tomó tiempo curarlos, aún me estoy lamiendo las heridas. Hay unos que parecen obsidianas, se vuelven negros de ira y miedo, cogen la forma de una cabeza grande. De esos aléjate, y no les guardes pleitesía más sí respeto. Yo te pido que no te entregues a ningún espejo, mantén el cristal de los ojos limpio para que la vista no se te empañe. Así les pasa a los fumadores de opio, que socaban la poca lucidez que les queda persiguiendo un paraíso de cuervos convertidos en hadas y cenizas que se confunden con las nubes. Ante la quimera, toma fotografías y corre. Solo podrás saber que es una quimera si llevas la mirada brillante.
Ah, y el amor. De ese tengo que hablarte. No sé mucho de hombres, ni de mujeres, sé de humanos. Mi padre decía que jamás me abandonaría, no lo veo hace más de tres siglos. Mi madre le prometió a mi padre amor eterno. Ella se fue para poder amarse. No quiero que tengas que irte para poder amarte pero, si debes emprender la marcha, construye tu trocha y ábrete camino. Ese es el amor del que quiero hablarte. Porque nadie me lo dijo a mí. Nadie me lo mostró a tu edad. Yo lo descubrí cuando ya había huido, una noche, escapando de las brujas que seguían el rastro de la sangre escurriendo de mis heridas. Poco te van a hablar de ese tipo de amor, del abrazo que deberás darte cuando la alborada suene silenciosa y solo te proteja el canto de tu propio corazón. Aférrate a ese tipo de caricia, y aprende a peinarte tu sola. Si te gustan los peinados sofisticados, estúdialos para que puedas hacértelos tú misma. Y no esperes por flores o votos de amor eterno. Tus flores, recógelas tú. Tus votos, dátelos a ti más sin embargo, si un día tocan a la puerta y te sorprende todo un jardín de lilas y lavandas, tómalas, disfruta de su olor y suéltalas. Si pasan la puerta es porque quieren quedarse en casa.
No te fascines con las formas de tu carne, ni con las formas con las que a veces quieren compararte cuando trémulos son los otros. Sé tan inverosímil como puedas y deslízate en tu propia rareza. Honra tus espacios, y tus sigilos, y custodia el agua donde maceras tus doctrinas, déjalas que sean sirenas y te traigan mensajes del fondo de tu mar. No te apegues a nada más que a la voz que ruge dentro de ti, no intentes ahogarla, he visto que se vuelve poderosa y grita cuanto intentas callarla. Esa es la verdadera fidelidad, no te confundas.
Da cuanto puedas pero siempre guarda para ti, que luego el rencor no te someta por volverte un tronco muerto flotando a la deriva en el agua de otro.
Ama con cada centímetro de ti y deja ir con cada milímetro. Si puedes soltar desde el momento en que abrazas saborearás el amor inmarcesible. No dejes que la limerencia te abrume.
Llama a mi nombre cuando te necesites, el melifluo silencio de la alborada te mostrará respuestas, volveré con el petricor de la noche"...
Para ti, de tu madre.