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La Concha

Una vez que aprendes a recoger tu propia agua, entiendes el valor de cada gota


Cada gota vale, sea de sudor, sea una lágrima, sea del mar o sea la que corre de la llave –y que uno deja abierta cuando se baña-. Sí, el día que uno recoge su propia agua comprende el real valor de cada gota.

Pues sí, me fui de mi cómodo lugar a mirar que había para mí lejos de mi zona de confort, en un intento por descubrir el verdadero valor de una gota de agua. El eufemismo de la gota cae de perla, no solo por los ejemplos antes mencionados sino porque, así parezca paradójico, estoy aprendiendo a hervir agua, no solo para ahorrar dinero, también apostando a reducir el consumo de hidrocarburos, sí, las botellas de agua que uno se toma diariamente están hechas de "oro negro", eso y otras cosas más. Pero bueno, ese no es el tema, por lo general abro la semana en este cuchitril hablando de planetas, pues bien, gracias a la voluntad de algunos cometas, y del Todo en general, terminé por acá, no llevo ni un mes y la experiencia no ha sido menos que edificante. Traumática, no, cuento con la fortuna de haber llegado a un lugar que me recuerda a la casa y a las personas con las que crecí; intensa, sí, intensa y confrontante, hasta ahora estoy descubriendo cuánto vale cada gota, claro, porque ahora soy yo quien la recoge. Y no, no es que antes no supiera cuánto vale cada gota de agua –o tal vez no-, solo que, una vez que te vas lejos de la llave, entiendes cuánto cuesta el esfuerzo que hacen los pies para llegar a ella de nuevo. Creé La Concha para hablar de todo lo que me guardo y no me guardo, no me nació hacer el StarPath pero sí me nació hablar de lo que pasa arriba y abajo, principio básico de la alquimia y la vida en general. Arriba, Júpiter está expandiendo la luz de Sol y el calor de Mercurio, acá abajo, Júpiter está expandiendo revelaciones.

La verdad y debo decirlo siempre he sido más bien cómoda, agradezco al universo que he tenido medios –o más bien una familia generosa- que siempre ha estado ahí. Sí, la madurez es una palabra grande, la RAE la define como el juicio prudente y sensato, la edad de un individuo que disfruta plenamente de sus capacidades y que todavía no alcanzó la ancianidad. Yo no estoy anciana pero debo reconocer que hasta que decidí dejar mi cómoda cama -y fue una decisión muy personal- no había entendido esta palabra, creo que tampoco había disfrutado a plenitud mis capacidades ¿debía irme tan lejos para hacerlo? No sé, los procesos vienen diferentes para todos, a mí este tema de la madurez me ha costado y no me da pena admitirlo, no sé si madurez pero sí adultez, ahí voy madurando en cosas pero ser adulta me ha tomado tiempo, lo confieso. Sí, por allá hace un rato decidí irme a una selva llena de animales y vivir un tiempo en medio de eso, esta es otra selva, acá comen otros animales, por supuesto esto es revelador.

Hoy el Sol, Mercurio y Júpiter están conjuntos, todos en Sagitario, Mercurio está justo en el punto medio de su movimiento retrógrado, la teoría habla de que, normalmente, cuando esta configuración se da es como si una nueva forma o verdad se revelara. No, no hablo de verdades como estar espiando al novio con la esperanza de tener razón sobre una sospecha de infidelidad, hablo de verdades universales, las que le gustan a Júpiter. Sí, mi gran verdad revelada hoy es que mi naturaleza plutoniana, una vez más, me ha confirmado que hay que entregarse al universo para que venga y sacuda todo, para mutar de piel hay que estar dispuesto a que, una a una, cada capa de piel sea removida, así eso implique arder en dolor e incertidumbre. Sí, hay que irse lejos, tanto que ni la misma memoria recuerde su madre ni su nombre, destruirse para construir, desbaratar el rompecabezas tan ajustado que suele uno tener de sí mismo para darse cuenta que nada es tan eterno y ninguna verdad es tan absoluta como la impermanencia.

Irse lejos no siempre implica un cambio de ciudad, a veces es un simple cambio de perspectiva, como un viaje mental, entrar al cine, ver una película, vivir una revelación y salir del teatro totalmente transformado, no se es la misma persona que entró a a la sala. Hay muchas cosas que han cobrado una importancia inusitada, como el ejemplo del agua, algo que daba ya por sentado, no entendía cuánto vale el agua que me tomaba en mi casa hasta que dejé de tenerla tan fácil, y aplica así para todo, todo cobró un valor diferente en el momento en que dejé de tenerlo cerca.

¿Qué me han dejado estos primero veintiocho días de cambio de piel? Sí, debía irme, hay quienes solo aprendemos cuando nos deshojan como cebolla y nos van dejando desnudos al intemperie, como si encontrar traje nuevo fuera una prueba obligada, una vez más, morir para nacer. Lo estoy disfrutando, sí, está siendo complejo, también sí.

Siempre escuché a mi mamá y a más de un profesor hablando del valor del agua potable, hoy, tratando de generar algún tipo de pequeño impacto positivo a nivel ambiental y financiero, empecé a hervir mi propia agua y a ponerla en la nevera, me niego a comprar botellas y botellas de plástico, diarias, para poder tener agua, al final, de esto se trata el valor de cada gota.

Continuará...


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