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La Concha

Marte cuadratura Quirón. El guerrero herido.


Rude

Y si hay un aspecto que resulta incómodo, doloroso, a veces con desenlaces dramáticos y desagradables, es este. Quirón es un cuerpo menor, fue descubierto en el observatorio de Monte Palomar por Charles Thomas Kowal, el 18 de octubre de 1977, justo en el momento de su descubrimiento se encontraba haciendo una cuadratura con Marte. Este hecho genera curiosidad pues este tránsito y sus efectos mucho se relacionan con el reto constante de la humanidad, palpable en el diario vivir, no actuar desde el dolor sino sublimarlo, no ser el cabrón que algún día le hizo daño a uno, en el argot popular ‘no pagar con la misma moneda’.

Marte representa la energía de lucha batallante, es el guerrero vestido de rojo lleno de energía, determinación y necesidad de auto afirmación, no duda, poco piensa, firme en sus convicciones. Quirón por su parte simboliza el sanador con una herida profunda, capaz de curar en la medida en que se cura a sí mismo.

Este aspecto pone en contacto al guerrero con su propia herida, su necesidad de afirmarse –y curarse- a toda a costa, ignorando que cada herida tiene su propia forma de sanarse. Las heridas de la cabeza no se curan igual que las de las manos, cada dolor tiene su origen propio y por esta razón su sanación es propia también.

Con la cuadratura entre Marte y Quirón la herida y el ego se desafían uno al otro; como quien no quiere aceptar la herida y todo lo que duele, pero a la vez el sanador intenta persuadir al guerrero para que lo haga, para que esta vez, a diferencia de otras veces, actúe de manera proporcionada y ecuánime, aceptando lo que le genera malestar para poder transmutarlo. Marte es un guerrero, a ningún guerrero le gusta mostrarse débil, en oposición a esto –y precisamente para ocultar su dolor- muestra su lado hostil y rudo, todo antes que aceptar fragilidad. Quirón, al ser un médico, necesita entrar en contacto con la herida para sanarla, necesita quitar la camisa para poder tocar la raspadura. ¿Duele? Obvio que duele, pero no hay otra forma de sanar, la única forma para poder curar es tocando donde duele.

Cuando este aspecto se da siempre aparecen circunstancias que lo ponen a uno en contacto con esta vieja herida. Una persona, una situación, una conversación, siempre pasa algo que la saca a relucir, en respuesta –y cuando aún no se es consciente de ella- aparecen actitudes hostiles, mezquinas y tiranas, que no son más que el dolor hablando, el ego del guerrero de nuevo se siente herido y una vez más él le causará dolor a otro. Normalmente hay demasiada energía que se manifiesta con hiperactividad y estrés, actuar por impulso y sin pensar, entonces salen a relucir los aspectos más crudos y también los más empáticos de la naturaleza humana; está el que es consciente de la situación y la entiende, como quien reconoce en otro su propio espejo y antes de tirarle piedras y romperlo, interioriza, examina, se ve en el otro y lo abraza. Pero también está el cabrón, el pequeño Hitler que, al sentirse herido, saca todo su arsenal de dolor combinado con resentimiento y arremete a diestra y siniestra. Palabras duras, actuar por impulso, causar daño consciente o inconscientemente, acá serán expuestas las vibraciones más bajas de Marte, luego, cuando es consciente del daño que ha hecho ya es demasiado tarde, él queda dolido de nuevo y Quirón queda doblemente herido, una cadena de dolor interminable. Aparecen sentimientos encontrados y sensación de injusticia, síntomas claros de que hay ‘algo’ por resolver que no da espera.

Con Marte y Quirón haciendo cuadratura no queda otro camino que enfrentar el dolor, resolver todo lo que se tiene pendiente con respecto a la necesidad de autoafirmarse, estableciendo límites sanos, sin pasar por encima de uno mismo ni de nadie, la insignia es promover el amor propio. Se sana en la medida en que se es adaptable y se entiende que cada situación es diferente, que no se puede actuar de la misma forma siempre, cada circunstancia es distinta. Habrá que hacer un poco de silencio para escuchar eso que pugna en el fondo por salir, haciendo conexión con el instinto de supervivencia, ya no desde el guerrero que necesita defenderse de todo sino desde el guerrero iluminado, el que logró ungirse sus propias heridas.

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