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La Concha

Change of heart comes slow, estar mal también está bien


Se siente una energía particular, con cinco planetas retrógrados no es para menos (Mercurio, Júpiter, Saturno, Plutón y el Nodo Real), son días para detenerse un poco y mirar hacia adentro, ¿hippie, cliché? No sé, lo que sí sé es que el cielo acomodó sus rocas para conectar más fácil con el centro, por momentos punza pero es necesario.

Uno emprende un viaje, a veces sencillo, a veces complicado, hay que andarlo, gozarlo, el cambio y el proceso están ahí, en el andar y no el destino a dónde uno quiere llegar.

Hace par meses arranqué un éxodo hacia un lugar dónde necesitaba ir pero no sabía cómo llegar, hacerlo impulsó una causa que aún estoy desmenuzando, es decir, el viaje y el hecho del cambio geográfico y la transitoriedad son solo elementos que constituyen todo el proceso. Durante esta marcha, enriquecedora como ninguna otra, me he visto confrontada con infinidad de paradojas, la vulnerabilidad del ser humano, del mismo tamaño que la fortaleza, no deja de sorprenderme, eternos frágiles y eternos guerreros, ¡qué bendición!

Desde que llegué de la selva han sido días de acoplo, entender el nuevo aire que respiro, asimilar de nuevo las exigencias de esta otra selva, más gris, más fría, más conocida pero no por ello menos agreste; sui generis como ella sola. Llevo una semana intentando sentarme en el computador todos los días, me siento, enciendo una vela (el poder de la luz) y dejo que todo llegue, el problema es cuando me siento, prendo la vela y… ¡No pasa nada! Sí, no pasa nada, es paralizante sentarse y sentir literalmente que no fluye algo que por lo general corre como agua.

Esta sociedad es a veces mezquina, contradictoria, uno ve en todas partes miles y miles de consejos y libros de autoayuda dedicados al arte de la sanación, cómo comunicarse sin cagarla, cómo soltar un viejo amor en diez días, cómo afrontar un duelo y en fin, cómo ser humano y lidiar con las vicisitudes propias de ello. Seres espirituales experimentando una vida terrenal, aprendiendo a vivirlo y disfrutarlo. Uno nace dos veces, se nace como cuerpo material y un día cuando el atareo de la vida se vuelve pesado uno se ve obligado a nacer en espíritu, ¡lo mejor es que uno muere y nace como tres mil veces en una sola vida!

Me senté el lunes, me senté el martes, me senté el miércoles y ese mismo día almorcé con una amiga, alguien que cree en esto que hago y que el universo me puso ese día para poder escribir hoy y entender un poco lo que estaba sucediendo.

Cada quien tiene su Mambo

Y bailar es una cosa tan personal como ponerse las medias, cada quien tiene su forma, su estilo, su velocidad. La vida misma es una espiral, cíclica, para nada lineal, una y otra vez uno termina en el lugar de origen y por eso el proceso es sagrado, íntimo e intransferible. El día en que me senté a hablar con mi amiga le conté exactamente cómo me sentía y cómo me hacía sentir el hecho de sentirme maniatada al no poder siquiera plasmarlo sobre un papel. ‘¿Por qué no escribes sobre ello? Escribe sobre cómo te sientes, usa todas esas emociones’. Así decidí hacerlo, los procesos son personales, la emociones también y el mambo también se baila aprendiendo a ser más observador y menos reactivo. Al final uno dice ‘algo bueno debo sacar de esto, usarlas y hacer con ellas algo más que dejarlas gobernar, tirándolo a uno a un pozo negro donde al final uno termina untado de un hollín nauseabundo’. Cuando salí del almuerzo obviamente mi perspectiva frente a lo que ocurría era totalmente diferente, no había siquiera contemplado el hecho de que estaba de nuevo en una ciudad, llena de personas, de electromagnetismo, de smock, de historias, de vidas (el pozo en espiral lleno de hollín del que hablaba, ese mismo que hace que uno vea todo en una sola dirección)… ¿Cómo no me iba a sentir rara? ¿Cómo no me iba a sentir fuera de lugar? ¿Cómo iba a ser tan sencillo volver a escribir ya no desde una mesa en medio de la selva sino desde un lugar que era tan familiar como extraño, mi escritorio? Y por último, ¿cómo no iba yo a entender que todo era parte del cambio? Sería fantástico que así fuera, sería maravilloso ser del tipo normal al que solo le toma dos o tres días habituarse de nuevo; pero YO NO SOY ASÍ, mis procesos son lentos, toman tiempo y no son rítmicos, punto que me lleva a pensar en otro.

Evitando enterarse las uñas

Adoro los momentos de ‘bloqueo mental’, esos espacios donde el cerebro expide no sé cuántos pensamientos a la vez pero por alguna extraña razón llevarlos al papel es difícil, no es ni bueno ni malo, es un estado, una parada que hace parte del camino, del trascender y del perfeccionar. Cada momento de ‘parálisis’ es diferente, trae nuevos pensamientos, nuevos temores pero también nuevas fortalezas. Pensar que transitar un nuevo camino no demandará nuevas formas de afrontar el cambio es ridículo, y tal vez uno no piensa en eso, cada nuevo camino trae nuevos retos, pide nuevos mecanismos, nuevas actitudes que poco a poco lo van acercando a uno a una versión del ser diferente. No era que estuviera mal, no era que me hubiera desligado, no era que hubiera perdido la motivación, simplemente este es el cambio, estos son mis planetas retrógrados pidiendo de mí una nueva forma de pensar, de respirar, de mirarme al espejo y de vivir; algunos lo llaman autoestima, otros le dirán saltos cuánticos, la verdad es que el cambio es eterno, la impermanencia ley y el movimiento es inminente.

Haciendo uso del malestar

Creo que Edgar Allan Poe jamás pensó que su obra El Cuervo se convertiría en una clásico de la poesía, él ahí, sentado, ‘al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido’, creo que al final sus procesos de creación literaria no eran más que producto de una depuración emocional que de alguna forma lograba ejecutar de un modo magistral, transmitiéndole al lector su desasosiego de una manera tan fiel y precisa que uno logra sentir su piel un poco a través de sus palabras. Entonces ¿qué más queda? Pintar, escribir, hacer; con miedo, con dolor, con pesadez, con lo que sea pero hacer. Las emociones son visitantes de paso, uno no se queda triste por el resto de la vida, ni feliz tampoco, tanto la una como la otra son paraderos, la vida está hecha de contrastes, lo uno no existe sin lo otro, uno puede ir decidiendo poco a poco en qué silla se sienta; con la emoción que exista se puede hacer mucho, desde hacer la canción más triste del mundo (ja, ja, ja) hasta salvarle la vida alguien a través de las charadas que uno escribe y comparte.

'Trátese suavemente'

Hay que aprender a darse amor, SÍ, amor. Darse amor es entender estos tiempos, es aceptar que a veces uno no está bien, es ser empático con uno mismo para poder decir ‘estoy atravesando esto, no me siento bien y si necesito ayuda prometo llamar y pedirla’. Se vale estar tristes, se vale sentirse fuera de lugar, se vale llorar e incluso se vale mandar madrazos, lo que si no se vale es evitar pedir ayuda, hablar acerca de ello, no mostrarse humano y no abrazar esos momentos. En medio de tanta espiritualidad, de tanta religión, de tanto mantra y tanto rito de sanación hay que dejar espacio para portarse como un ser humano, eso implica lidiar con las emociones, observarlas, disfrutarlas, dejar que toquen y dejarlas ir, como llegan se van ¡oh sí! Cada vez es más común leer historias de suicidios en poblaciones jóvenes, en personas cercanas, uno piensa y dice ‘se veía bien, hablaba normal, estuve con él o ella y la pasamos fantástico’. Uno desarrolla varios talentos, cantar, hacer chistes, dar botes, sumar, restar, escribir, llorar y actuar; esta última a veces mortal, fingir que no pasa nada porque es mejor mostrar una cara amable que hablar, darle gusto a todos menos a uno mismo. Desde corta edad se le dice al niño ‘no llore, no esté triste, no se ponga bravo’, frases que con el tiempo van afianzando al autómata, reprimiendo emociones en pro del ‘estar bien’. Pues no, que llore el niño, que se caiga, que se haga fuerte sintiendo su humanidad, que se haga un hombre siendo un niño con emociones.

Y los astros…

Pues se sabía que estos tres últimos meses serían especiales, mucha actividad retro que nos pone de frente con el pasado, sea lo que sea que se haya hecho en y con. Ya estamos caminando directo al solsticio de verano para el hemisferio Norte, el 21 de junio, fecha en la que el Sol ingresará al signo de Cáncer y arrancamos el verano cósmico. Aunque aún quedan algunas semanas para que llegue este suceso ya se puede respirar más tranquilo, el miércoles 3 de mayo Mercurio sale de su fase retrógrada, esto acompañado de una VenusRx que dejó cadáveres, cambios de relación, electrodomésticos averiados, reapariciones de fantasmas del pasado y uno que otro carro en el taller. Mercurio le tomará alrededor de cinco o seis días en volver a la normalidad, lo mejor será esperar algunos días para retomar proyectos, para concretar encuentros que generan temor y demás. Todo esto no es más que la preparación para un ciclo hermoso que empezará con los eclipses de agosto, mientras tanto hay que tomar agua, dormir lo suficiente, comer menos azúcar y decir más te amo.

Pd: Con especial agradecimiento hago un brindis por ‘los vulnerables’, todas y cada una de las personas que me han abierto su corazón para mostrarme lo que hay más allá de la carne y la sangre. De antemano pongo mi celular y línea abierta al servicio de todos y cada uno de los que se sientan medio weird. Griten, lloren, atrévanse a sentirse mal pero por sobre todas las cosas, si el dolor es muy grande ¡llame y pida ayuda! Hoy por ti mañana por mí. Salud, prosperidad y mucho amor. Avanti.

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