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La Concha

An Oral fixation. Dile adiós a Marimar


Felicidad oral Vol. I

El placer de comer sandía fría en tierra caliente, el placer de tomar agua cuando la boca está seca, el placer de lavarse los dientes (gracias a mi amigo Cristoph por regalarme instantes de ‘placer oral’). El ser humano tiene la tendencia inherente a buscar el placer y la satisfacción de las necesidades en cuanto que dentro de sí existe (o debería existir) una razón para vivir, algo a lo que Viktor Frankl llamó el sentido de la vida. Es de esperarse que la no satisfacción de dichas necesidades genere ese desabrido sentimiento de complejo de vacuidad, una sensación de que siempre hay ‘algo más’ pero está fuera del alcance de uno; está pero no lo tenemos.

La experiencia personal me ha rectificado aquellos momentos en los que ese vacío hermenéutico de vida se hace latente, un excelso instante donde siento que tengo cosas tan cerca pero parecen estar fuera del alcance. Seguido a esto siempre me pregunto si soy lo suficientemente asertiva (desde el hacer hasta el decir) en la forma como pido o busco algo.

Encontrarnos con situaciones cotidianas que nos ponen de frente con esta realidad es normal y gratificante pues nos lleva a preguntarnos ¿Somos claros al momento de comunicar? ¿He dicho todo lo que quería decir? Si es así (o eso cree uno) por qué después de ‘haberlo dicho todo’ sentimos que ‘no hemos dicho todo.

Abraham Maslow postulaba que cada ser humano tiene unas necesidades jerárquicas -fisiológicas, afectivas, de autorrealización- las cuales deben quedar satisfechas en cuanto que el objetivo fundamental de la psicoterapia debe ser la integración del ser. Hoy a modo personal y sin ponernos demasiados saturninos describiré por qué vale la pena hacerlo, qué gana (y ganará) usted al momento de decir todo aquello que demanda ser expulsado (pero no como bomba de agua para destapar un baño tapado) sino con la mayor afirmación y amor, ante todo porque cuando prima el amor y es este el motor y propósito pues las razones y las escaseces quedan por fin resultas.

1. Es un acto genuino de autoestima.

Y por ende altruista, no hay nada que genere más desasosiego que el hecho de callar todo aquello que genera malestar, el guardarnos molestias y asumir que ‘no hacen nada y somos estamos absolutamente por encima de ello’ con el transcurso del tiempo termina acarreando una úlcera, un intestino funcionando a medias, granos en la piel (sí, está comprobado que el acné tiene sus raíces en afecciones emocionales), relaciones con gran potencial rotas y trastornos de la salud (de tipo afectivo – emocional y físico) a veces devastadores.

2. Porque el mundo merece conocer sus ideas y puntos de vista.

¿Le ha pasado que está en una reunión, lleva tres minutos maquinando un punto de vista y alguien termina por desarrollar su misma idea en menor tiempo o se le ha anticipado? Estoy segura que todos tenemos grandes ideas que el mundo merece conocer, ideas hasta revolucionarias que podrían cambiar proyectos, innovar empresas y, por qué no, hasta transformar vidas. Lo invito a que saque el presidente o director técnico de fútbol que lleva dentro (con cariño, no se pase ja, ja, ja).

3. Porque podrá conocer mejor al otro.

Mostrar ‘fachadas’ y no decir lo que realmente pensamos construye una barrera entre usted y el mundo, las relaciones son producto de la forma cómo nos perciben los demás resultado así mismo de la forma como nos mostramos a ellos. Si su máscara es la del ‘tímido’ o ‘el pacificador ( a veces medio güevon, me ha pasado)’ pues no espere mucho del mundo, la humanidad no tiene la culpa de que usted no tenga pantalones y no diga lo que piensa, es decir, si nunca dijo que le gusta el huevo con la yema dura pues después no se queje cuando se la sirvan blandita.

4. Es otra forma de fortalecer la propia identidad.

Uno es lo que come (está muy de moda esto), lo que hace y por supuesto lo que dice. Usted se construye a partir de su filosofía de vida y de la forma cómo la comparte con los demás, basta ya de privarnos de decir lo que queremos decir, las grandes revoluciones y cambios de conciencia empiezan en el minuto exacto en que usted dice lo que piensa y por ende, se muestra tal cual como es.

5. Porque ‘ese tema’ queda resuelto.

Hablando de la interpersonalidad pregunto ¿No le parece delicioso cuando un ‘temita’ o una situación con una persona queda por fin claudicada? Pues si quiere cerrar capítulos novelescos de su vida decídase a decir eso que lleva pensado, tome agua, marque el teléfono (o vaya si es preciso) y hable, le aseguro que la sensación será mucho mejor que la de esa molesta frustración y usted dormirá por fin tranquilo.

6. Se acaba el papelón de Marimar.

Va muy de la mano con el numeral 3, es común en ocasiones adoptar la postura de vida de ‘nadie me entiende’, y sí, nadie lo entiende porque usted nunca dice nada. Decir lo que pensamos y sentimos abre la puerta a la posibilidad de ser dueños de nuestro destino; usted decidió tener ese trabajo, usted escogió tener esa novia, usted quiso ir a esa fiesta, en resumidas cuentas usted es dueño de lo que pasa (y no pasa) en su vida.

Si tiene otro capítulo, si siente que necesita un ‘Dulcolax’ verbal comuníquemelo y compartimos recetas para el estreñimiento, yo hasta ahora estoy en proceso de tratamiento y su opinión podría salvar mi vida.


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